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Desobediencia en la Infancia

La desobediencia, las rabietas, el negativismo y  los berrinches, constituyen parte de los trastornos de conducta más habituales durante la infancia. Estos problemas pueden resultar muy perturbadores para los padres dado que suelen suponer un desafío a su autoridad y control.

De acuerdo a expertos, la conducta de desobediencia en la infancia se define como la negativa a iniciar o completar una orden realizada por otra persona en un plazo determinado de tiempo (5 a 20 segundos). Esta orden puede hacerse en el sentido de “hacer” o en el sentido de “no hacer”, una determinada actividad.

Los episodios de desobediencia en la infancia pueden forman parte de un desarrollo “normal” del niño en ciertas edades; principalmente, entre los 5 a 6 años un porcentaje elevado de padres  se quejan de conductas de desobediencia en la infancia. Para establecer si esta conducta que presenta tu hijo es normal o se define como un trastorno deben  considerarse la frecuencia y su gravedad.

La desobediencia en al infancia puede ir acompañada o no de otros elementos disruptivos como las rabietas o el negativismo. Hay que valorar cada situación, para tomar las medidas correctoras oportunas. La edad de aparición de dichas conductas, las circunstancias actuales que la provocan y las mantienen, así como la situación y relación familiar, son algunos puntos a tener en cuenta.

Muchos padres dan por sentado que su hijo ha nacido así por lo que argumentan: “que le vamos a hacer…” e incluso son capaces de establecer paralelismo con otros miembros de su familia : “ha salido como su abuelo…”. Todo ello parece denotar la sensación de impotencia para controlar la conducta por parte de los padres, situando el origen del problema en factores externos a ellos mismos.

Lo que ignoran es que, habitualmente, conductas como la desobediencia en la infancia están fuertemente controladas por varias variables de las que no son ajenas los propios padres.

¿Qué origina la desobediencia en la infancia?

  1. Factores genéticos u orgánicos
  2. Condiciones ambientales (nivel cultural y entorno social)
  3. Condiciones familiares (modelo parental, estilo educativo y emocional de los padres, vínculo afectivo)
  4.  Experiencias vitales de aprendizaje.

Algunas conductas como llorar, gritar, patalear, etc, son conductas instintivas en el recién nacido. En esta primera etapa dichas conductas tendrían un valor de supervivencia, ya que el bebé puede controlar la conducta de su madre para satisfacer sus necesidades más vitales (comida, malestar, etc). De esta forma, si llora, la madre acudirá.

Cuando va creciendo, el niño va sustituyendo estas conductas rudimentarias por nuevas habilidades de comunicación (expresando verbalmente lo que desea), pero si sus padres sólo lo atienden cuando muestra su demanda en forma de rabieta o pataleta, el niño comprenderá que es la única forma de mantener su interés, lo que  propicia que estas conductas coercitivas de control (desobediencia infantil, berrinches, rabietas, gritos) se mantengan y perpetúen debido a que los padres dedican más atención a sus conductas inadecuadas que a sus conductas adecuadas. Debido a esto, es fundamental que los padres motiven y elogien la buena conducta de su hijo y no sólo consideren su mala conducta.

Un escaso tiempo de dedicación de los padres hacia los hijos, determina en los niños la aparición de conductas no adecuadas, de desobediencia o incluso trastornos psicológicos.

Fuente: Lic. Jessica Sebastián

Especialista en Psicología Infantil

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